Y tú, ¿te pones la camiseta?

Aunque parecía que nuestra capacidad de asombro y de enojo había llegado al límite, parece que la tozuda realidad se empeña en zarandearnos cada día, cuando por la mañana leemos la prensa o escuchamos la radio, y oímos, atónitos, que la lista de personas que han faltado a su compromiso y lealtad no para de crecer, con encarcelamientos e imputaciones de autoridades políticas e institucionales que han perjudicado a entidades y a la sociedad en general con acciones que, además de perseguibles por los tribunales, nos afectan a todos por la falta de valores que ponen evidencia.

Valores como el compromiso quizás hubieran evitado que la situación fuera la actual, no solo referido los casos públicos de corrupción o de falta de profesionalidad, sino al día a día del trabajo en las empresas, a su falta de competitividad en algunos casos y la baja productividad.

Don Hellriegel (1999) define el compromiso organizacional como la intensidad de la participación de un empleado y su identificación con la organización. Este se caracteriza por la creencia y aceptación de las metas y los valores de la organización, la disposición a realizar un esfuerzo importante en beneficio de la organización y el deseo de pertenecer a la organización. Esta y otras definiciones de compromiso organizacional tienen en común palabras como intensidad, identificación y esfuerzo, palabras que de por sí constituyen valores que hay que promover en las organizaciones de manera decidida y sostenida, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, promoviendo las sinergias entre los diferentes equipos de trabajo y entre la dirección y los colaboradores.

De los diferentes tipos de compromiso, el normativo (deber), el continuo (necesidad) y el afectivo (deseo), es este último en el que se debe trabajar y promover de manera más activa, puesto que crea lazos afectivos y emocionales con la organización que son los más difíciles de crear, pero también los más difíciles de romper.

Nuestros compañeros de México utilizan una expresión que refleja el compromiso y todos los valores que implica, "ponerse la camiseta", una actitud que hace que los proyectos salgan adelante con el esfuerzo, la dedicación y las ganas de todo el equipo que participa en ellos, una actitud que en muchos casos es la diferencia entre un proyecto más y un gran proyecto, tanto para los clientes como para los profesionales que participan en su desarrollo.

Y tú, ¿te pones la camiseta?